Vanessa Martín Martín es una de las pocas apicultoras de La Palma. Su experiencia con las abejas está vinculada a una actividad familiar que siguió manteniendo tras el fallecimiento de su abuelo y que las colmenas de éste quedasen abandonadas. Vanessa tomó el relevo y en 2001 cursó el ‘Ciclo Formativo de Trabajos Forestales y Conservación del Medio Natural’ en la escuela de Capacitación Agraria de Los Llanos de Aridane, donde aprendió apicultura básica en el ‘Módulo de Aprovechamientos del Monte’. Se puso a trabajar y en 2010 obtuvo su primer premio a la mejor miel de Costa. Con ello tomó impulso y se animó a seguir con esta profesión.“Hoy en día la apicultura ecológica es mi actividad laboral principal, tengo colmenas repartidas por varios puntos de la Isla y hago trashumancia para aprovechar diferentes tipos de floración y obtener diferentes tipos de miel que vendo de forma directa al consumidor y en ocasiones en el Agromercado de Breña Alta”, cuenta.
“Mi idea es aumentar mi explotación a un número profesional de colmenas ya establecido, ayudar a la conservación de esta raza autóctona, pues formo parte de un grupo de Criadores de Abeja Reina Canaria, y compartir mis conocimientos, pues he impartido cursos a través de la Fundación CIAB y una vez al año en la Escuela de Capacitación Agraria de Los Llanos de Aridane, donde colaboro con ellos en mi explotación para las prácticas de los ciclos formativos que allí se realizan”, explica.
Vanessa es consciente del valor que tiene realizar esta labor en la Isla por sus paisajes, clima, especies botánicas y la abeja propia del lugar. “En la Isla de La Palma tenemos un ‘eco-tipo’ de abeja, conocida como ‘Abeja Negra Canaria’ única en el mundo, que se ha adaptado muy bien a nuestros microclimas y en general a la geografía. Esta abeja se caracteriza por la buena productividad y su baja agresividad, que hace que se trabaje cómodamente y de forma más segura”, cuenta.
“Tras la elaboración de varios estudios, desde el año 2001, la Isla de La Palma es declarada Reserva de la Abeja Negra, prohibiendo la importación y cría de otra raza de abejas, consiguiendo y manteniendo así la pureza de una especie propia, aunque sus orígenes no están del todo claro”, puntualiza.
“Alrededor de ochenta especies botánicas son de interés apícola en La Palma, localizándose en diferentes puntos geográficos y con distinta época de floración, pudiendo obtener de ellas mieles monoflorales o multiflorales, dependiendo del manejo por parte del apicultor. Como especies más representativas puedo nombrar el Tajinaste, Tedera, Hinojo, Relinchón, Brezo, Castaño, entre otras”, expone Vanessa Martín.
Tradicionalmente la apicultura en La Palma se ha desarrollado en enclaves costeros, medianías y zonas altas. Las abejas no dejan de aportar beneficios en el campo. Se ha demostrado que las ‘abejas melliferas’ son el insecto polinizador más efectivo en los ecosistemas que contienen plantas con flores y son capaces de incrementar la producción de los cultivos hasta un 96%. “A parte de conseguir mayores rentas por la polinización de las abejas en los cultivos, podemos obtener miel de las colmenas para consumo y otros productos derivados, parte del mismo polen de las flores a polinizar, que ellas utilizaran principalmente para la alimentación de sus crías pues es la fuente de sus proteínas, también el Própolis, jalea real, cera, veneno y la miel producida a partir del néctar de las flores y que ellas elaboran para su alimentación y así obtener energía”, enumera.
“Otra de las cosas positivas es que podemos transportar las colmenas de un lugar a otro, llevarlas a un determinado cultivo cuando las plantas se encuentren en flor o a zonas más propias para su mantenimiento”, explica Vanessa, que tiene sus colmenas repartidas por varios puntos de la isla. Con una sonrisa continúa su trabajo. Sabe que es una mujer en un mundo de abejas, que hay mucho por hacer, pero está en un apasionante camino. Y eso la llena de satisfacción.